tewan ostotl ninehnemi nechihlia kaihka niyas kenihke ninoyolitis
kwak ehko mayanahle, nech napalowa.
Camino con la oquedad, me dice hacia donde avanzar cómo vivir
Me abraza cuando llega la hambruna.
sr’ubateja ñubuick pa muamch ma wil iway sr’ubatay mchalay chapaytum ñubuick jaspuy paim pa ipai ikiagua.
Tú quitas la sed de un desierto caluroso, transformando todo en un verde jardín, donde las flores son el máximo adorno de tu alma y corazón.
Mujer fuerte que has guardado tus lágrimas para el tiempo de luto, y cubres tu alma con una eterna sonrisa, así desplieguen sus alas las falsas sombras de tristeza que son el eterno pesar de la vida.
Mujer fuerte como el barro, que con tus manos moldeas y transformas la vida de tu linaje, con el único anhelo de seguir presente cuando ya no te encuentres.
Mujer fuerte, como el tejido de tus canastas de olor a pino y palma, que su único fin es guardar las semillas que seguirán floreciendo, para que la gente pa ipai nunca termine.
Mujer pa ipai, mujer fuerte como el olor de la salvia; incienso fragante que quita tristezas en el corazón.
En ti depositó Miabkiak la sabiduría de crear. Fuerte, guerrera y valiente creando descendencia jaspuy paim pa ipai.
yo soy otra, totalmente distinta. Olvido cómo verme al espejo, pero sé de memoria cómo cambian las sombras sobre los adoquines.
Me lavo las manos veinte veces al día, con reducción de cloro sanitizo las cosas que toco con frecuencia. Años en cuarentena, salvándome la vida sin vivir
o casi. Cerraron las fronteras, cerraron las casas, nos encerramos a piedra y lodo y alcohol, algunas veces whisky, y nuestros días apestan
a detergente. Cuando nos preguntan cómo estamos respondemos que bien, en la medida de lo posible. Ahora existimos en esa salvedad,
a esa altura. ¿Cuánto mide lo posible? ¿Dónde queda? Por la tarde: estadísticas y horas ruido, minutos sin manecillas y hambre en soledad.
Hace unos días entrelacé mi mano izquierda con la derecha por miedo a olvidar cómo se siente tocar y ser tocada. A veces no tengo sombra.
El sol de la mañana me lastima. Tengo sus cortes. Los días pasan como cachorros ciegos. Alguien me llama y vuelvo, no hay nadie.
La noche es una tumba mal sellada. Mientras tanto en la pared el perfil de mis ancestros ríe y cada uno corresponde al amor del otro con olvido.
Me equivoco en el recuerdo de lo más importante y al final confirmo que nadie en ningún sitio, nadie nunca. Soy un animal que se pudre y sigue.
Cumplí años y pliegues, cumplí noches y noches de índice categórico. Vivo en la medida de lo posible.
kwak ehko mayanahle, nech napalowa.
Me abraza cuando llega la hambruna.
sr’ubateja ñubuick pa muamch ma wil iway sr’ubatay mchalay chapaytum ñubuick jaspuy paim pa ipai ikiagua.
Tú quitas la sed de un desierto caluroso, transformando todo en un verde jardín, donde las flores son el máximo adorno de tu alma y corazón.
Mujer fuerte que has guardado tus lágrimas para el tiempo de luto, y cubres tu alma con una eterna sonrisa, así desplieguen sus alas las falsas sombras de tristeza que son el eterno pesar de la vida.
Mujer fuerte como el barro, que con tus manos moldeas y transformas la vida de tu linaje, con el único anhelo de seguir presente cuando ya no te encuentres.
Mujer fuerte, como el tejido de tus canastas de olor a pino y palma, que su único fin es guardar las semillas que seguirán floreciendo, para que la gente pa ipai nunca termine.
Mujer pa ipai, mujer fuerte como el olor de la salvia; incienso fragante que quita tristezas en el corazón.
En ti depositó Miabkiak la sabiduría de crear. Fuerte, guerrera y valiente creando descendencia jaspuy paim pa ipai.
¿nasaa kuu kue'e kava ini me ra koo satsinu ta´nda?
¿cómo puede doler tanto un cuerpo y no terminar de romperse?
Behemoth, mortal, I put down the paring knife for a better look. Does it take the open air for a roaring wind, what will it eat here, what
will it do now.
Mastodonte, mortal, dejo el cuchillo para mirar mejor. ¿Piensa que el aire libre son los rugidos del viento? ¿Qué va a comer aquí, qué
piensa hacer ahora?
En la Ciudad de los Palacios me ha tocado vivir
Entre estatuas que observan sin ninguna curiosidad a una sucesión interminable de celebraciones cívicas
Entre iglesias y casonas que compiten por la atención casi nula de los transeúntes dominados por celulares
Los edificios, que antes eran pocos, se esparcen como hongos y las calles arboladas pierden su luz ante los viaductos voraces arañas grises
Ya no hay espacio para sorber al aire más transparente del viejo Valle de México ahora dominado por fábricas y autos
Las monjas cruzan la avenida en su virginal valentía
Los vendedores de camotes Regina Crespo Brasil, Portugués y billetes de lotería comparten con los boleros las tumultuadas banquetas
Poco espacio les queda en esta metrópoli que se quiere postmoderna y se atreve a olvidar su vejez